viernes, 25 de marzo de 2022

C.A PACHECO- HABITACIÓN 1018

 

C.A.Pacheco (@solaceseven)

Habitación 1018


No es un recuerdo de biblioteca ,

 llena de libros e historias,

que acumuló a lo largo de su longeva vida.

No es empatía cercana; es

 ver como sus sueños se han desgarrado

por ausencias de sus seres más amados.

No es un dolor compartido.

Es su propio duelo que ha transferido con entereza

y coraje hasta el final.

No es una vida que completó la nuestra,

y nos sació de su innegable conocimiento absoluto.

No es una tierra gallega, que amó con pasión , 

y solo

se sentía feliz en su regazo..

No es admiración por sus enseñanzas, a través de un cuerpo

torpe pero muy capaz de sobrevivir a tiempos de ansiedad.

No es un adiós ,

 ya que su mente prodigiosa nos dejó

rebosando nuestra ignorante curiosidad.

No es la soledad

 en una habitación de un hospital,

 la que curará

el dolor de las ausencias

 fuera de alcance

Me siento culpable

 de la lejanía,

y solo tengo dolorosos sentimientos

 como herramienta

No es un despedida,

es un grito ahogado

 que intenta no hundirse

en la profundidad de mi tristeza.











jueves, 24 de marzo de 2022

C.A.PACHECO - ESENCIAL


                                                                                       

A qué llanto responde mi corazón,

que como espinas clavadas siento.

A qué tormento se debe la pasión,

cárcel de la vida y de mis sueños.

Siento desgarrarse mi alma

escondida entre las sombras.

Verla de frente quisiera

clavarse en la cruz de mi honra.

Trascendental parece mi vida

arrebatada al precipicio del amor

es fuerza vil sobrehumana

pujante como toda ilusión.

Delirio de mi propio espíritu

deplorado por los sentimientos

tedio de mi soledad

encarcelada por mis propios sueños


jueves, 17 de marzo de 2022

GRITOS DE PAZ

 

GRITOS DE  PAZ


De una orilla a otra,

alejados, pero unidos

por un mismo sentimiento,

percibimos vuestras lágrimas

en el bautismo del salitre,

y nos inunda en lo mas profundo del alma,

un dolor compartido,

por una guerra sin nombre

y una lucha sin sentido,

que destruye y deja devastada

cualquier certidumbre.

Sentimos vuestro dolor,

y entre la angustia del desamparo,

y la desesperación,

queremos dar un grito

de esperanza a la vida.

!No estáis solos!

viernes, 4 de marzo de 2022

NUESTRO INOLVIDABLE FIN DE SEMANA





Foto google

  Que día más hermoso. Estamos acabando el ansiado verano, y el mes de septiembre se aferra a los días claros y calurosos, y a las noches estrelladas de un cielo de una oscuridad intensa, donde los astros parecen destellar más que nunca. El asfalto de la ciudad se nos pega a un cuerpo sudoroso y cansado del bullicio, de las prisas, de lo cotidiano.
 Decidimos alejarnos para encontrar la tranquilidad de espíritu que necesitábamos. Vamos dejando atrás nuestras angustias en busca de un plácido fin de semana. Observamos desde el coche como cambiaba el paisaje. Inquietos por el entusiasmo, reíamos, conversábamos, liberándonos de la tensión. 
Mi cuñado posaba sus manos sudorosas sobre el volante, las cuales se deslizaban por el aro con prisa. El fresco aire producido por la velocidad del coche, hacia volar nuestro pelo y nuestra imaginación. Nos estábamos aproximando al pueblo, y tomamos una desviación en la carretera internándonos al bosque por caminos de piedras. 
Cerramos un poco las ventanillas ya que el polvo nos avisaba que ya no rodamos por el asfalto. A nuestros sentidos les llamaba la atención el cambio brusco de paisaje. Los verdes se tornaban cenizas, ocres cenizas. Esta visión nos producía un extraño desencanto.
 Divisamos ya de cerca el pueblo, más bien ya éramos sus huéspedes. Sus caminos estrechos, sus casas en ruinas mantenían erguidos sus cimientos sin argamasa. Piedra sobre piedra formando esculturas de bella arquitectura. Fuentes de agua fresca y cristalina, de brote inagotable. Que solera tenía aquel agua, nunca probara mejor vino. Y vimos higueras, nos subimos a ellas y que nostalgia de aquellos higos. El gozo nos estremecía.
 Fuimos paseando por todo el pueblo, palpando paso a paso su historia y entre las zarzas del camino nos sentíamos como niños degustando moras. Charlando y caminando llegamos al lavadero, llamándonos la atención alguna ropa tendida aún húmeda, y un par de gallinas correteando asustadas. En aquella soledad del pueblo abandonado, aún quedaba un anciano. 

Noté en su mirada una expresión de asombro y al mismo tiempo de agradecimiento. No nos conocía de nada, pero la plenitud que trasmitíamos y la bella inocencia de mi sobrina correteando por aquellas callejuelas, parecía haberle devuelto la sonrisa. Estábamos un poco cansados del viaje y decidimos tumbarnos en aquellos campos, alternando un plácido suspiro con una mirada. Ya no sudábamos, el calor se había tornado en brisa agradable. 
El atardecer era como una ceremonia, pero ya era hora de regresar a la casa. Como disfrutábamos cada momento. Comenzamos a preparar algo para cenar. Parecía increíble que algo tan normal como prepararse la cena, tenía su natural encanto.
 Mis cuñados iban a por leña, para preparar las brasas, que mas tarde darían el calor necesario para asar cunas costillas de cerdo y unos chorizos que solo verlos en aquella fuente aún crudos, los jugos gástricos se iban preparando para tal menester.
 Una de mis hermanas preparaba la ensalada, otra freía los pimientos, ellos subían y bajaban constantemente a por leña y mi sobrina correteaba tras el perro. Ella tan pequeña, se daba cuenta también, que aquello era distinto y maravilloso.
 Buscamos por los muebles llenos de telarañas con tanta historia como el mismo pueblo, si por casualidad hubiese algo de aceite y vinagre. Encontramos una botella que por su aspecto turbio obligó a mis cuñados, ante la duda, a desplazarse a alguna tienda cercana al pueblo.
 Nosotras en su ausencia seguimos preparando las brasas y en ausencia de los chicos, bajaba yo a por la leña. Aquel lugar en el sótano, repleto de muebles viejos, apolillados, retirados para nunca ser utilizados, tan oscuro, iluminado escasamente por una bombilla que se balanceaba con el viento, hacía volar mi imaginación.
 Una de mis hermanas encontrándose en un estado de sensibilidad extrema, tenía una capacidad de recepción tan frágil, que al menor ruido abría sus ojos queriendo abarcar con su mirada más allá de la casa. Escuchamos acercarse un coche, me parecía demasiado pronto para que sus maridos regresasen, pero si, eran ellos.
 En ese momento acabó la tensión, su llegada nos tranquilizó. Subieron unas botellas de la bodega y las descorcharon. El calor producido por la chimenea no alejaba de su encanto. Preparamos un café mientras íbamos saboreando las costillas a medida que iba saliendo del asador. El olor de la carne era tan fuerte y penetrante, que agradecimos a mi hermana que preparase una salsa especial para amortiguarlo. Mi cuñado refrescaba sus músculos con el sudor, cada vez que tenía que darle la vuelta a la parrilla. 
Ya nos sentamos todos alrededor de la mesa, el café a medida que iba saliendo hacía ese ruido tan frenéticamente peculiar y su aroma nos recordaba el hogar. Servimos los cafés y no faltaron las gotas de coñac para los hombres. Sinceramente nos sentíamos agradecidos por todo el entorno que nos ofrecía todas aquellas sensaciones que en la ciudad tenias dormidas.
 El sueño se apoderaba de mi sobrina. Mi hermana le preparó su cama. Disfrutar también cansa y ella disfrutó. Se sentó a su lado acariciándole las sienes y mejillas y entre bostezos susurró : ¡ Mamá me gusta esta casa!. Nos conmovieron sus palabras, pues aquella pequeña también se había dado cuenta de la generosidad de aquellas piedras.
 Como no podíamos alejarnos demasiado de la casa, por que la niña dormía, bajamos sentándonos en las escaleras del porche acompañados por la única luz de un farolillo. El cielo estaba realmente majestuoso.
 Era una noche hermosa. La oscuridad era tanta que el negro pelo del perro se perdía entre las sombras. El silencio nos ensordecía y atemorizaba entre carcajadas histéricas. Soplaba un aire irrespetuoso, y ya nos frotábamos ambos brazos para entrar en calor.
 Hablamos de las estrellas, de otros mundos, otras civilizaciones, pero en la mente de casi todos estaba el miedo a aquella oscuridad, a aquel silencio turbado tan solo por el armoniosos balanceo de los árboles. Y decidimos entrar en la casa donde nos sentíamos mas protegidos. Y nos sentamos alrededor de una mesa en cuyo centro habíamos colocado una taza blanca llena de café, de la cual bebíamos todos.
 El perro estaba inquieto, no paraba de dar vueltas. Le abrimos la puerta pero regresaba asustado. El contenido de la taza bajaba, mientras mis hermanas prepararon más café a la vez que subieron el volumen de la música. Ya no teníamos demasiadas fuerzas para seguir despiertos pero lo seguíamos intentando. No se por que pero algo nos mantenía con los sentidos a la expectativa. Seguíamos tomando café, chupitos y contando chistes y mas chistes, y las horas iban pasando, tanto que ya eran casi las cinco de la madrugada. 
El perro seguía inquieto, no aceptando una caricia de su amo, bajándose incomodado de su regazo. Teníamos ya que acostarnos para aprovechar la mañana. Mi habitación era de dos camas, en una de ellas dormía mi sobrina. Entró mi hermana para arroparla y besarla antes de irse a dormir.
 Por el viento que se había levantado decidí cerrar mi ventana y contemplar por última vez, esa noche que en si misma nos quería gritar su misterio. Cuando de repente no solo gritó sino que lo puso ante nuestros ojos. Asustada, grite con todas mis fuerza, fuego .
 Por un instante no me hicieron caso, pero enseguida lo aceptaron. El fuego avanzaba velozmente, jugando con el viento. El crepitar se escuchaba demasiado cerca y teníamos que tomar una decisión rápida, el fuego no esperaba. Mi única obsesión era mi sobrina que dormía cual ángel. Sin más demora la envolví con la sabana y baje corriendo con ella hasta el coche.
 Cerramos todo, echamos una última mirada y nos alejamos tan rápido como pudimos Nos acercamos al pueblo más próximo para avisar del incendio, pero cual fue nuestro asombro al comprobar que nadie apagaría el fuego. Allí no había bomberos. Además ya estaban acostumbrados a que prendiesen fuego constantemente. Decían que era un pueblo en el que no habitaba nadie Dentro del coche, con mi sobrina dormida en mis brazos, los nervios me traicionaron y me empezó a faltar oxigeno. 
No podía comprender como dejaban que siguiese ardiendo y se cruzasen de brazos. Nosotros habíamos tenido suerte dándonos cuenta a tiempo. Pensé entonces en aquel anciano con su ropa tendida y sus gallinas que habíamos visto al llegar. No habrá nadie que le ayude. Estábamos desesperados, pero no podíamos regresar para avisarle, las llamas nos lo impedían.
 Di gracias a Dios, de que se hubiese levantado aquel extraño y repentino viento, para levantarme a cerrar la ventana y poder darme cuenta de lo que estaba sucediendo. Pero seguro que aquel dulce anciano dormía.
 Por ello le pedí al infinito que las llamas respetasen su casa. Pero si así no pudo ser, seguro que como yo rogué que le salvase del fuego, el  anciano en sus plegarias seguro rezaba que la vida le liberase de la soledad.

BIBLIOTECA PRIVADA/C.A.PACHECO/SIENTO EL CORAZÓN DOLORIDO

  Siento el corazón dolorido Me duele, Me palpita Me avisa Me enfurece Como todo se queda en el olvido . Siento el corazón apagado Me sile...